20 de noviembre de 2022

OPINION.

 


Mehran Karimi Nasseri

20/11/2022

Esta semana falleció en el Aeropuerto Charles De Gaulle de París, a causa de un ataque cardíaco, un iraní de casi ochenta años llamado Mehran Karimi Nasseri. El lugar de su muerte no fue ninguna casualidad: el hombre había vivido durante 18 años, como un verdadero "homeless" en esa terminal aérea, atrapado en un extraño limbo legal sobre su condición de refugiado. Lo curioso es que, cuando finalmente -y tras un trámite casi kafkiano- se le permitió residir legalmente en suelo francés, el hombre no se encontró a sus anchas, y terminó volviendo al aeropuerto donde lo encontró la muerte.

 

Terminal.

 

Si la historia resulta vagamente conocida, es debido a que en 2004 Steven Spielberg filmó una película llamada "La Terminal", protagonizada por Tom Hanks, inspirada en la vida de Nasseri. Esa ficción estaba algo almibarada con detalles de color -incluyendo un envidiable romance con Catherine Zeta-Jones- y transcurría en el Aeropuerto Kennedy de Nueva York.

 

El personaje real, si bien alcanzó algo de fama por su extraña historia, llevaba una vida mucho más modesta, algo así como un mendigo VIP. Dormía todas las noches en un banco de plástico rojo, y durante el día andaba por la terminal con un carrito donde llevaba sus pertenencias. Estas incluían un espejo de mano, y una afeitadora eléctrica que usaba religiosamente todas las mañanas. Los empleados del aeropuerto le habilitaban sus cupones de comida, y las azafatas lo proveían de artículos de limpieza dejados sin usar por los pasajeros de primera clase.

 

Acaso su pertenencia más preciada fuera la colección de recortes de periódicos que había atesorado, en los que se relataban los distintos episodios de su odisea burocrática. En la foto que circuló en los medios internacionales al conocerse su muerte, se lo observa, bien afeitado y con su bigote prolijamente cortado, posando junto al afiche promocional de "La Terminal", la película inspirada en su vida.

 

Limbo.

 

En la Edad Media, y para responder a la ansiedad de los feligreses sobre el destino de los bebés que morían antes de ser bautizados -y, por ende, aún manchados con el pecado original- los doctores de la iglesia, forzando un poco la Biblia, inventaron la figura del "limbo", un lugar por fuera del cielo y del infierno, en el que los párvulos esperarían hasta el final de los tiempos la clemencia de Dios.

 

Esa palabra, "limbo" ha sido repetida hasta el hartazgo para describir la situación de Nasseri, de quien se sabe que estudió en Gran Bretaña, que participó en protestas contra el Sha de Persia, y que luego cayó en desgracia con las nuevas autoridades de su país luego de la Revolución de 1979 que creó la República Islámica de Irán. En 1981 llegó a obtener el asilo en Bélgica, y anduvo girando por Europa hasta que durante un fatídico viaje que pretendía emprender desde París hacia Londres en 1988, su total falta de papeles y de medios económicos lo detuvo en el tiempo y en el espacio. Estaba ilegalmente en Francia, pero no podía ser deportado a ningún otro país, ya que tampoco sería recibido.

 

Lo curioso es que, cuando en 1999 se le concedió un permiso para dejar el aeropuerto y viajar a cualquier lugar de Europa, él se resistió a abandonar esa burbuja en la que se había acostumbrado a vivir. Lo que para el resto de los mortales constituye un lugar transitorio por definición, para él era un hogar.

 

Utopía.

 

No es de extrañar que existan sospechas sobre su estado mental, luego de vivir tantos años en un lugar tan singular, al decir de Tennessee Williams, gracias a "la bondad de los extraños". Su relato casi siempre era contradictorio, y en algún momento llegó hasta a negar haber nacido en Irán. En lo que era coherente era en su aprecio por el lugar donde había hecho su querencia.

 

Los aeropuertos, como los shoppings, constituyen acaso el punto más alto de la utopía capitalista. Entendiendo "utopía" en el significado literal, esto es, el de un "no lugar". Un sitio donde no se sabe si es de día o de noche, o si es invierno o verano; donde uno no sabe qué idioma hablar, si tiene sueño o si tiene hambre, si debe irse o quedarse, y donde la única conexión con el mundo exterior es el deseo de consumir, y el único lenguaje oficial es el de las tarjetas de crédito.

 

No por nada en los aeropuertos nos inundan con el aroma de los perfumes importados, excitando el más emotivo -y el más químico- de nuestros sentidos. Así como ciertos aromas a comida nos da nostalgias de la niñez y la madre, esos perfumes de diseño nos dan nostalgia de la riqueza y el glamour que nunca serán nuestros. Y todo esto ocurre, desde luego, en unos comercios que nos aseguran tener precios libres de impuestos, esto es, libres de la presencia estatal.

 

Esos zombies humanos (los pasajeros), siempre llegando tarde adonde nunca pasa nada, eran el paisaje que Mehran Karimi Nasseri contemplaba todos los días. Desde su banco rojo de plástico los veía pasar, ajetreados, mientras él se mantenía inmóvil e inconmovible como un monje budista. En un mundo impiadoso donde no existe la empatía ni el perdón, él había encontrado un sitio donde si bien nadie lo quería, tampoco lo molestaban.

 

Los viajeros acaso lo compadecerían por su status de paria atrapado en el aeropuerto. Y tal vez él les devolvería el sentimiento de compasión, como "El loco en la colina" de Los Beatles. Ellos estarían en movimiento. Pero era él quien, ajeno al deseo, estaba experimentando la libertad.

 

PETRONIO

Fuente:LaArena

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