Un rato antes del primer intento fallido de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner, uno de los fundadores de la agrupación de ultraderecha Revolución Federal les dijo a sus seguidores: “Quédense viendo las noticias que capaz nos enteramos de algo bueno y llega un avión a lo de Cristina”.

Según la jueza María Eugenia Capuchetti, hubo dos intentos de magnicidio. El del 1 de setiembre, cuando Fernando Sabag Montiel le gatilló a diez centímetros de la cabeza, fue el segundo. El primero, sostuvo la magistrada, ocurrió el 27 de agosto. Fue el día que el gobierno de la Ciudad ordenó vallar los alrededores del departamento de la vicepresidenta, generando un clima de tensión y represión que concluyó cerca de la medianoche, cuando Cristina Kirchner salió a hablar en un escenario improvisado llamando a la calma.

“Mandé a matar a la vice Cristina. No salió porque se metió para adentro. Una bronca te juro, la tenía ahí. (…) La hija de puta se metió adentro antes del tiro”, le dijo esa noche la detenida Brenda Uliarte a la excarcelada Agustina Díaz.  Sabag Montiel estaba infiltrado entre los seguidores de la vicepresidenta pero no pudo concretar el ataque.

Unos instantes antes de que todo eso ocurriera, Morel era el protagonista de un video en vivo a través de la plataforma Twitter Spaces al que había titulado “Amor en Recoleta”.  No era el primero, pero sí probablemente el más violento. Antes había organizado otros: “No llegan a diciembre”, el 19 de agosto;  “12 años e inhabilitación perpetua” (en alusión a la pena pedida por el fiscal Diego Luciani en la Causa Vialidad), del 22 de agosto; “Y si nos volvemos montoneros”, el 23 y “¿Hay que pudrirla?”, del 25.

En el del 27 de agosto, Morel expresó: “Hay que matarlos. Hay que hacer algo, por favor, pongan mano dura, todos contra una pared, no puede ser que hagan lo que quieran, los ciudadanos de bien tenemos las bolas llenas de que hagan lo que quieran (…) sino la gente se va a empezar a organizar y los vamos a empezar a combatir nosotros mismos”.

En una entrevista televisiva posterior, en la que intentó bajar los decibeles, el fundador de Revolución Federal se desdijo: “Yo no podría matar a nadie. El Space que titulé ‘Amor en Recoleta’, el día que Alberto Fernández salió a hablar en TN y no dijo nada de qué hacer con la pobreza o la inseguridad y sólo habló de Cristina, yo estaba indignadísimo. Seguro en ese momento habré dicho barbaridades”. Mintió: el presidente estuvo con los periodistas Edgardo Alfano y Marcelo Bonelli tres días antes, el 24 de agosto.

El 27, antes del primer atentado, Morel exhortó a los otros tuiteros: “Quédense viendo las noticias que capaz nos enteramos de algo bueno”. Morel es la misma persona que lamentó que su cara fuera conocida porque, en caso contrario, podría infiltrarse en La Recoleta, cantar la marcha peronista durante una semana y luego “pasar a la historia” asesinando a la vicepresidenta.

Eso, con sus más y sus menos, hizo Fernando Sabag Montiel unos días después.  ¿Qué sabía Morel? ¿A qué se refería con “nos enteramos de algo bueno” poco antes del primer atentado fallido?

Por lo pronto, en la indagatoria que prestó antes de ser excarcelado por la Cámara Federal, buscó despegarse del ataque a CFK. Abonó la teoría de Mauricio Macri sobre cómo ocurrió el atentado y anunció la disolución de Revolución Federal. “Todo se disolvió por lo que ocurrió con la vicepresidenta. Todo se desvirtuó y si hoy estamos acá es debido a lo que sucedió el 1 de septiembre cuando un grupo de locos intentó atacar contra la vicepresidenta”.

Toda la información es conocida por la jueza Capuchetti y por la Cámara Federal porteña. Sin embargo, como Pedro, tres veces negaron que Revolución Federal tuviera algo que ver con los intentos de magnicidio.

Tiempo informó el domingo pasado que la jueza Capuchetti tiene 12 legajos reservados a los que no accede prácticamente nadie. Ni siquiera el fiscal Gerardo Pollicita, quien le reclamó información relacionada con el financiamiento de Revolución Federal. El 11 de octubre pasado, el fiscal le envió un oficio a la jueza pidiéndole “que tenga a bien brindar acceso a esta parte al legajo que se encontraría reservado bajo SECRETO, toda vez que tales actuaciones podrían resultar de interés para la presente”. Al día siguiente, Capuchetti le respondió: “Se ha dispuesto no hacer lugar al acceso solicitado respecto del Legajo de Investigación número 7, ello en virtud de la reserva dispuesta y a los fines de lograr el éxito de la pesquisa que se desarrolla ante este Tribunal”.  Pero no se conformó sólo con la negativa. La respuesta añadió: “Pongo en su conocimiento que, de momento, las pruebas realizadas y en curso que conforman dicho legajo no se encuentran vinculadas con el Partido Revolución Federal y/o alguno de los integrantes”.

La actitud, que la jueza está habilitada para tomar, no sólo parece una descortesía para con el fiscal Pollicita. También, y principalmente, obstaculiza su investigación.

Sobre Morel hay en el expediente otro dato inquietante. A fines de septiembre, acompañado de una mujer, descendió de un vehículo  “en cercanías de la intersección de las calles Carlos Villate y Avda. Maipú, Olivos, se reúnen con tres NN femenino y un NN masculino, y se dirigen hacia un local gastronómico de nombre Casi Santos». Seguramente haya sido sólo un encuentro social. Que en esa esquina esté la quinta presidencial debe ser sólo una casualidad (más) de toda esta historia.

Morel reconoció haber dicho “barbaridades” en los vivos de Twitter.  Las dijo, claro. Como casi siempre, hasta que le tocó declarar en indagatoria estando detenido. Entonces su tono trocó a conciliador y colaborativo. Incluso, como muestra de su amplitud, mencionó “una charla con una chica kirchnerista, Camila. La charla es excelente, en ningún momento hay insultos. Fue una idea mía; ella se quedó sorprendida”.  A raíz de esa conducta dialoguista y democrática, reconoció: “Me peleé con gente de mi grupo”.  

Fuente:TiempoArgentino