7 de noviembre de 2022

SAN JUAN: Lo que nadie contó del megajuicio por lesa humanidad.


 Fuente:ElAgoraDigital

Cuando resurgió el infierno

Lo que nadie contó del megajuicio por lesa humanidad en San Juan

Un 7 de noviembre, pero de 2011, comenzó el primer gran debate por las aberraciones cometidas por siete represores de la provincia durante la dictadura militar. Cómo lo vivieron los periodistas que cubrieron el debate, qué los conmovió y qué impacto tuvo en la historia sanjuanina.

7 de noviembre de 2022

El próximo año se cumplirán 40 años del retorno a la democracia en el país y, a pesar del tiempo transcurrido, todavía quedan deudas por saldar con personas que fueron desaparecidas en San Juan durante la dictadura militar. Sin embargo, resulta imposible reconocer que los juicios por lesa humanidad fueron un gran paso e histórico -por cierto- para que al menos los responsables fueran castigados.

Es por ello que, desde hace 11 años, el 7 de noviembre se convirtió en una fecha simbólica por el inicio del juicio contra los represores que actuaron en la provincia y que fueron condenados por las aberraciones cometidas.

Secuestros, torturas, abusos sexuales y demás atrocidades ejecutadas contra 60 víctimas en los centros clandestinos fueron juzgadas y, finalmente, penadas por el tribunal compuesto por los jueces Héctor Cortés, Raúl Fourcade y Alejandro Piña.

Jorge Antonio Olivera, Osvaldo Benito Martel, Horacio Julio Nieto, Gustavo Ramón de Marchi, Juan Francisco del Torchio, Daniel Rolando Gómez y Alejandro Víctor Manuel Lazo fueron sentenciados a prisión perpetua, 25 y 10 años de cárcel respectivamente.

A lo largo del debate pasó de todo. Hubo relatos descarnados, llantos y confesiones impactantes de un lado, mientras que del otro se percibieron miradas de complicidad, cinismo y hasta desvergüenza absoluta en algunos imputados. Así lo reflejan las crónicas periodísticas de aquel momento, que siguieron el minuto a minuto del histórico proceso judicial.

A pesar de la tarea de los cronistas que estuvieron presentes en cada audiencia en el Rectorado de la UNSJ -sede del juicio- para reflejar lo que acontecía, lo que permitió que la sociedad sanjuanina y el mundo estuvieran informados, hubo algo que hasta ahora no se contó y fue cómo lo vivieron ellos mismos, los protagonistas invisibles de esta historia.

Es por ello que Tiempo de San Juan habló con dos periodistas que relataron su experiencia en la cobertura que marcó sus carreras. Sergio Caballero siguió el juicio de punta a punta para Radio Universidad y Miriam Walter hizo lo propio para este medio. Ambos revelaron qué fue lo que más los impactó y, curiosamente, arribaron a una misma conclusión. ¿Se hizo justicia?

Un antes y un después

A través de una "patriada" por parte de la emisora de la UNSJ, Sergio Caballero fue el elegido para cubrir minuciosamente el debate que duraría cerca de dos años. La apuesta estaría influenciada por la importancia del hecho y así lo describe el periodista. "Carlos Barros, que era editor de la Radio Universidad, decidió hacer todo el juicio. Había periodistas más importantes que yo que eran expertos en Derechos Humanos, pero me dijeron que lo haría yo", relata.

Antes había tenido la oportunidad de cubrir el juicio a Tejada por la apropiación de Carlos Goya, nieto recuperado. Pese a resultar una fuerte historia, el suceso no lo atravesó tanto como lo que estaría por venir. "Fue bastante fuerte, pero fue como más distante porque no había testimonios de la provincia. Cuando uno empieza a escuchar los que ocurrieron acá, la cosa cambia", señala.

Es que a pesar de haber leído en séptimo grado el libro Nunca Más y de estar formado sobre el contexto y el pasado oscuro que propició el proceso militar, jamás imaginó que hacer la cobertura lo conmovería de tal forma. "Al principio, uno se imagina cómo fueron las cosas. Pero escucharlos en primera persona es muy duro. Ver a las víctimas cómo se levantaban la ropa y mostraban las cicatrices de las picanas, las marcas que les habían dejado las torturas es otra cosa", confiesa.

Los hechos que fueron juzgados en ese primer gran juicio correspondieron a los años '76 y '77, que incluso comenzaron a darse el mismo 24 de marzo cuando se desencadenó el último golpe de estado. "Ese mismo día empezaron a levantar gente y a llevarla a la Legislatura vieja, que estaba donde quedó la única tribuna del estadio abierto (Parque de Mayo). Ahí estuvo el primer centro de detención", comenta.

Uno de los testimonios que más lo sacudió fue el de Pereyra, un militante peronista que fue detenido en la Central de Policía y que, luego de haber sido golpeado y torturado, fue arrojado por la ventana desde un primer piso.

"Me quedó patente porque lo tiraron del primer piso, lo revolearon por la ventana al vacío y se salvó porque cayó arriba de las moras y las ramas amortiguaron la caída, por eso está vivo", describe todavía incrédulo y agrega: "Sorprende la impunidad con la que se manejaban, no les importaba nada, que lo tiren así porque no les dio la respuesta que querían escuchar es terrible".

Mientras se llevaban adelante las declaraciones testimoniales, el periodista asegura que los represores en algunos casos se miraban y gesticulaban. "Por ahí Olivera, que era más personaje, era el que más gestos hacía. De Marchi también y a veces dibujaba una media sonrisa cuando escuchaba algo, permanentemente se secreteaba con Olivera", detalla.

Sin miedo a equivocarse, el colega aseguró que los represores llegaron a sentir satisfacción en pasajes del juicio. "Yo creo que lo disfrutaron, se notaba mucho. Gómez por ahí los miraba a Olivera y a Del Torchio y era como que tenían un código silencioso con el que se entendían y hasta hoy se siguen entendiendo", indica.

Al mismo tiempo, recuerda que los imputados negaban todas las acusaciones. "Cuando iban al baño, entre ellos mismos se decían 'es increíble todas las pelotudeces que escuchamos'", replica.

Algo que verdaderamente impresionó al protagonista fue conocer cada uno de los puntos de la provincia que se prestaron como escenarios para el horror. Eso sin dudas cambió su mirada del mapa local. Es que no sólo escuchó cómo se "chupaban" gente en una esquina cualquiera, sino que acudió a las inspecciones oculares a los sitios que oficiaban de centros clandestinos.

Los centros funcionaron, además de la antigua Legislatura, en el Penal de Chimbas y la alcaidía de mujeres de la policía provincial, la Central de Policía, el camping conocido como “La Marquesita” y el propio RIM 22. "Lo que me marcó mucho fueron los lugares por los que pasé mil veces y ahora los veo de otra manera. Por ejemplo en Alem e Ignacio de la Roza me tomé el colectivo muchas veces y, en esa misma esquina, golpearon y se llevaron a dos chicas. Una de ellas sigue desaparecida", destaca y añade: "Y lo peor de todo es que lo hacían a plena luz del día".

Como si tuviera un mapa interno del San Juan oscuro, Sergio quedó signado por ello. "Tantas veces que fui a jugar a la pelota a la Marquesita y, aunque sabía de las historias urbanas que ahí habían pasado cosas de la dictadura, no me dejó de horrorizar. Aparte que te lo cuenten personas como Margarita Camus, gente que ha sobrevivido, porque muchos que estuvieron ahí son desaparecidos, es muy fuerte", expresa.

Una de las cuestiones que hasta hoy le da vueltas en la cabeza es la "complicidad" con la que los represores actuaron. "Mucho silencio del 'no te metás' tiene mucho que ver con eso. Hay gente que todavía no quiere hablar sobre lo que pasó cerca de su casa. Cuando secuestraron a la modelo francesa Marie Anne Erize, una vecina contó llorando que la chica gritaba, pero que no se querían meter por miedo", asegura.

En esa misma línea, prosigue: "Secuestraban gente, mataban pibes y los hacían pasar por ladrones. Cuesta entender que se haya mirado para otro lado. Aunque es cierto que con el diario del lunes es más fácil. En la puerta de mi casa se llevaron a un chico que estaba en moto y esa moto estuvo una semana tirada ahí en la calle porque nadie quería ni tocarla del miedo que había de meterse".

Durante el debate, el cronista no sólo oyó los crudos relatos sino que entabló cierta relación con algunas de las víctimas; lo que le permitió conocer más a fondo sus historias, las que podrían pertenecer a una película. "De mucho que escuché habría dudado, si no hubiera visto las marcas de la picana en sus cuerpos", confiesa quien hasta hoy se guarda los detalles escabrosos de las torturas, ya que dice que son irreproducibles. "Es muy difícil compartir eso. En la época del juicio me costaba contarlo tal cual, era medio morboso para mí repetirlo", añade.

Nacido en democracia y defensor acérrimo de la libertad de expresión, Sergio aún le resulta inconcebible que los represores hayan actuado de la manera en que lo hicieron. "Que pibes que pensaban diferente, no olvidemos que tenían 17, 18, 20 años, que hayan tenido que pasar por eso es increíble, una locura", resalta quien reconoce haber aprendido a querer y respetar lo que tuvo desde chico, la libertad, la diversidad de opiniones y la tolerancia.

Consultado por si -a su parecer- se hizo justicia, su respuesta fue un rotundo no y a ello lo fundamenta: "Para algunos familiares quizás sí, pero para mí no porque estos tipos van a salir en cualquier momento. Salió el apropiador de Victoria Donda y muchos se van a valer de eso para salir también. Y aparte nunca hicieron cárcel común, estuvieron trasladándose de un lado al otro, son prácticamente presos VIP en algunas cárceles. Acá en San Juan no se quedaron porque no estaban las condiciones que ellos querían para estar presos".

Y más profundo todavía, recalca que no hay justicia porque no se sabe dónde están los cuerpos de las personas desaparecidas. "Se hizo una investigación para saber si en el Pinar, en la zona de la Cueva del Zorro, hay restos óseos. Había un estudio, pero no sé en qué quedó. Pero creo que esa es la deuda pendiente de todos los juicios", argumenta por las casi 100 historias de desaparecidos que no se cerraron.

La revelación del espanto

Miriam Walter fue designada por su medio para cubrir el desarrollo del primer juicio por lesa humanidad en la provincia y la vivencia no sólo le cambió la forma de ver las cosas, sino que la movilizó como nunca antes otra cosa lo había hecho. Es que mientras transitaba su embarazo, vivió momentos de tensión que la marcaron para siempre.

"Lo que más me impactó del juicio me parece que fue la cuestión de estar frente a frente con esas personas que estaban acusadas de cosas tan graves y de esos vejámenes increíbles, que después surgieron en los testimonios. Verlos desfilar por el pasillo del salón donde fueron las audiencias, sus caras, sus reacciones, casi sin inmutarse cuando escuchaban a las víctimas de las torturas y de distintos abusos que se dieron durante la dictadura, la verdad que verlos como si nada a mí me impactó mucho", reconoce.

Verse sorpresivamente invadida por la compasión, condujo a la periodista a asimilar los duros testimonios de una forma diferente, sobre todo por el coraje con el que las víctimas afrontaron lo que les tocó atravesar. "Cómo una persona puede aguantar tanto maltrato y situaciones injustas que en forma sistemática, que por modos de pensar o por militancias te sometieran a semejante martirio tan impunemente", se pregunta todavía incrédula.

Tal y como lo plantea Miriam, las declaraciones eran tan viscerales e íntimas que en algunos casos no habían sido contadas hasta ese momento. "Recuerdo cómo se quebraban algunas personas que quizás nunca habían contado lo que habían vivido; ni siquiera en el ámbito de su familia, ni de amigos, y de repente refrescaban todas esas situaciones espantosas que llevan muy adentro. La verdad que cada testimonio fue una revelación descarnada de lo que puede hacer una dictadura", sostiene.

Once años más tarde y a la distancia, acepta que la función que cumplió fue clave en su desarrollo profesional, más aún porque hasta ese momento, en los medios de comunicación, poco se había referido al tema de manera minuciosa. "Para mí, como periodista, fue una experiencia única porque en el primer juicio la relevancia era absoluta, que se expusiera todo lo que pasó contado por sus protagonistas", explica al mismo tiempo que respalda: "Un tema que había sido poco revelado e indagado y que de repente saliera a la luz como funcionó todo, ver por primera vez todo, fue muy valorable".

Para la protagonista, la declaración del entonces gobernador José Luis Gioja fue sin dudas un hecho histórico dada la importancia de la figura que encarnaba. "Me llamó la atención en ese momento que se presentara personalmente a hablar cuando tenía la posibilidad de hacerlo por escrito. Fue un hecho político también, fue muy interesante escuchar su testimonio de cómo vivió el como preso la represión en San Juan", analiza.

También concurrente a las inspecciones oculares que se hicieron en el juicio, al igual que su colega, se vio interpelada por lo sucedido en esos sitios puntuales. "Se resignificaron un montón de espacios que una los tenía asociados su función en la actualidad, pese a que uno sabe que pertenecen al ejército. Por ejemplo el RIM 22 o los alrededores del dique o la Marquesita, para mí visitar esos lugares junto a las víctimas donde puntualizaron los tormentos que se vivieron en los años 70 me dejó otra visión de lo que son esos lugares de espanto que cargan con toda la historia de haberse usado para esos fines tan terribles", manifiesta.

Respecto a que si se hizo justicia, Miriam advierte que la cuestión es relativa. "Para todas esas personas que estuvieron tantos años esperando por un proceso, para organizaciones e incluso para el aparato judicial que está del lado de los que necesitan justicia, que se hayan dado las sentencias como en todo el país generó una especie de resarcimiento que seguramente a todos estos actores les vino a cerrar una herida de alguna manera", indica.

Sin embargo y por otro lado, denuncia que el fallo se dictó a destiempo y por tanto expone. "A mí me parece que se dio tardíamente y no será nunca suficiente cualquier pena judicial que aparezca para que los represores tengan lo que merecen. Incluso el hecho de que muchos gocen de prisión domiciliaria u otras flexibilizaciones o permisos me parece que es un insulto no sólo para las víctimas de la represión en San Juan, sino para toda la sociedad".

Cuando los represores Olivera y De Marchi increíblemente se escaparon del Hospital Militar, la cronista admitió sentir indignación. "Yo lo viví como algo personal, como que se nos reían en la cara, porque veníamos con la sensación de cierta alegría y euforia de poquitos días de conocerse la sentencia y era algo increíble saber que se habían escapado", confiesa.

En ese orden y con cierto pesar, concluye: "Fue sentir también un poco de inseguridad y desilusión al conocer que todavía están latentes o vigentes esos aparatos represivos que permiten que pasen estas cosas en un país con tantos años de democracia encima".

La sentencia

El día que se leyó la sentencia fue el 4 de julio de 2013, ante un marco imponente de público que estalló con las condenas para los siete imputados.

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