Un montón de bichos
A veces a uno se le da por leer artículos de divulgación sobre salud y bienestar, tan abundantes en estos tiempos. Las redes están repletas de influencers explicando las ventajas del ayuno intermitente -sobre todo a fin de mes- y las ex primeras damas se esmeran en transmitirnos sus fórmulas para la felicidad y la buena marcha de la familia y la casa. Sea por aburrimiento, o aunque más no sea, para mantenerse lejos de los médicos, uno comienza a consumir información sobre hígados grasos, tránsitos lentos, resistencias a la insulina y divertículos varios. Cuando menos se lo espera, se encuentra con realidades que hubiera preferido ignorar.
Bichos.
Resulta que la medicina ahora ha descubierto la existencia de un "nuevo órgano" en el cuerpo humano, aunque en realidad no forma parte integral del cuerpo, de hecho ni siquiera comparte su ADN, sino que se trata más bien de una especie de colonia alienígena. Se llama microbioma humano, se aloja en diferentes partes (la piel, la boca y otras cavidades) pero el principal y más mentado últimamente es el que todos cargamos en las tripas.
Alguien se molestó en contarlos. En el intestino hay unos cien billones de microbios, de unas cinco mil especies distintas, que en conjunto pesan aproximadamente dos kilogramos. Vale decir, que si pudiéramos reunirlos a todos en un manojo -y pudieran sobrevivir, cosa difícil ya que son anaeróbicos- tendrían el tamaño de un gato adolescente, o algo por el estilo.
Cualquiera diría que después de la pandemia del Covid habíamos llegado a algún tipo de acuerdo en que los microbios eran una porquería, que había que exterminar. Pero no. Resulta que esta especie de mascota que nos acompaña a todas partes -incluyendo la balanza en la que nos pesamos- tendría una enorme utilidad para el metabolismo y otras funciones esenciales, por lo que ahora nos dicen que debemos cuidarlos con esmero.
Clotilde.
Atrás quedaron, entonces, los consejos de higiene de nuestra abuela Clotilde, la reina del estreñimiento, que aconsejaba enemas semanales para mantener el intestino liso como un tobogán. Atrás quedó aquel concepto de que había que desalojar los parásitos que competían con nosotros por el alimento.
Los microbios de las tripas no se eliminan, ni siquiera se tocan. Todo lo contrario, como si fueran efectivamente una mascota, resulta que tenemos que consentirlos un poco, y consumir algunos alimentos que son específicamente para ellos, cosas de origen coreano o de por ahí, con nombres extraños como kimchi o kombucha, todos de gusto horrible y procedencia aún más dudosa. Cosas fermentadas, en resumen.
Se suponía que cuando algo fermentaba no era apto para el consumo, pero esto tampoco corre más. Ahora nos dicen que prácticamente todo lo que nos gusta tiene algún tipo de fermento en su proceso de elaboración, como el pan, el queso, el vino o la cerveza. Y dicho sea de paso, también la fermentación implica la actividad de un montón de microbios, que bien vistos en un microscopio no resultan nada agradables de ver.
Utilidad.
El bioma intestinal no sólo no es competencia, sino que hemos establecido una suerte de simbiosis con él. Los bichos se alimentan de nosotros, pero también nos ayudan a descomponer los alimentos para facilitar su digestión.
Pero la función digestiva es apenas la punta del iceberg. Los amigos de la tripa también influyen en nuestro sistema nervioso -se dice que hasta tienen relación con la depresión y otras situaciones de salud mental- ya que participan en la fabricación de neurotransmisores como la serotonina, de enzimas y vitaminas que coadyuvan al sistema inmune y el metabolismo en general.
Curiosamente en esta vecindad de las tripas hay algunos inquilinos que tienen bien merecido el título de "patógenos" como el E. Coli (ninguna relación familiar con la diputada nacional pampeana) que aparentemente, en el agradable clima del duodeno, desarrolla buenas cualidades. O acaso se trata de un caso de esquizofrenia como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, no se sabe bien todavía.
Tan buenos son estos bichos que hasta se ha inventado un transplante fecal de individuos sanos a otros no tanto, y parece que funciona. No nos pida el lector que describamos aquí como funciona el procedimiento. Bástenos decir que, como casi todo, parece que lo inventaron los chinos hace miles de años.
Y parece que como en todo, la vida estéril de las ciudades, los antibióticos que tomamos y la falta de contacto con animales que nos compartan sus bichos, afectan nuestro bioma y nuestra calidad de vida.
Pero se sabe poco. Es un campo de investigación que recién se está abriendo, y ya hay científicos entusiastas saltando de excitación ante cada nuevo avance. Pero qué quiere que le diga, como también decía la abuela Clotilde, hay cosas que mejor no enterarse.
PETRONIO
Foto: anmdecolombia.org.co
Fuente:LaArena
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