CUARENTA AÑOS DE DEMOCRACIA - MALTRATOS EN LA COLIMBA EN 1982, MIENTRAS OTROS JÓVENES IBAN A LA GUERRA
Marcelo no ha podido olvidar los días oscuros en el servicio militar
Marcelo, en El Diario. En varias ocasiones de su largo relato se quebró. Dijo que no ha podido digerir con el tiempo los maltratos vividos y de los que fue testigo. No fue a Malvinas, pero la experiencia resultó muy dura.Cuarenta y un años atrás, Marcelo Panero tenía 18 y llevaba unos días en la colimba, en San Francisco. Ingresó el 5 de marzo de 1982, y atravesó catorce meses que lo han marcado, lo han atravesado. Ha sido tan dura esa experiencia que hoy, cuatro décadas después, interrumpe su relato en la Redacción de El Diario por el llanto.
Este hombre de Las Varillas, padre de dos hijas, nacido en 1963, no ha podido olvidar el maltrato físico y psicológico que le propinaron los militares a él y a sus compañeros, todos muy jóvenes, en aquellos oscuros meses de Argentina y de Guerra en Malvinas, que marcaron el ocaso de la última dictadura cívico militar.
Marcelo ha decidido hablar públicamente porque no comprende cómo una parte de la sociedad ve en la mano dura, la represión y en los militares una salida a la crisis que se vive. No comprende -es incomprensible- cómo se puede creer que se mejorarán las cosas con autoritarismo y maltrato.
Entonces, en este abril en que se alcanzan 40 años de democracia, Marcelo vuelve a esos días de servicio militar en San Francisco, tal vez para sanar un poco expresando lo vivido.
“Tuvimos instrucción militar hasta que se declaró la guerra. Ahí fue la masija más grande que nos dieron, porque la instrucción se cuadruplicó. Cuando nos pasaron al campo, dormíamos en pozo de zorros, de vez en cuando dormíamos en las carpas. Había noches que dormíamos 2 horas, 4 horas”, contó.
Panero llegó en marzo a la colimba, “y nadie pensaba en una guerra”.
Mientras se iniciaba el desastre bélico, ahí en San Francisco “la mayoría llorábamos como perros, sin comida, nada. Fue desolador. Después de dos semanas empezamos a tener coraje de león. Un día, se le escapó al subteniente que le ponían algo al desayuno. Nos daban una pastilla blanca que argumentaban que era para la salud. Con eso pasabas todo el día. Y solo tenías un bollito de pan, una taza de mate cocido que para los últimos era fría”.
Recordó cuando los militares esperaban la visita de representantes de organizaciones de Derechos Humanos, que querían cotejar el estado de los soldados, en momentos en que ya era conocido por todos el terrorismo de Estado. “No sabían el día exacto de la semana en la que iban a llegar, entonces nos dieron de comer como reyes esos días. Fueron un jueves a la mañana, y habíamos desayunado como corresponde. Hasta nos dieron siesta. Cuando se fueron a las 3 de la tarde, hubo tres silbatos del subteniente y tuvimos que salir a trotar. Vomitamos lo comido”, relató. “Cuando me elogian a los militares me pregunto por qué. Qué se logra con eso”, se preguntó conmovido.
Recordó el día en que un subteniente sacó la pistola y le gatilló en la cabeza, llamándolo a silencio y amenazándolo de muerte. Fue luego de que Marcelo dudara sobre la falsa victoria argentina (el célebre Vamos ganando) en Malvinas. “Cada uno tiene su forma de pensar, pero cómo se puede pensar que es bueno que vuelvan los militares. Solo con mirar una película y razonar te das cuenta de que no es la salida. Imponían orden con miedo”, comentó.
“Patadas en la cabeza y en el trasero hubo a montón. Me acuerdo cuando un compañero de Laspiur quedó duro como la mesa en un combate cuerpo a cuerpo, ya muertos de cansancio. Se cayó, quedó duro y los de alrededor quisimos ayudar y los oficiales nos gritaron: déjenlo que el soldado debe vivir o morir por la Patria, uno tiró un tiro en el piso, a otro le gatillaron”, aseguró.
“Un amigo se solía esconder porque se cansaba mucho. Un día lo descubrieron y lo estaquearon al suelo. Estuvo varias horas así, se hizo sus necesidades arriba y se quemó todo al estar todo el día bajo el sol”.
También rememoró cuando 15 días después de Malvinas, bajo amenaza de pistolas, recibió junto a otros compañeros la orden de quemar la cantidad de prendas, comida y bebidas que la comunidad había colectado para enviar a las islas. “Ahí vi un papelito con un chocolate. Era una carta de una nena de 11 años de la escuela Rivadavia de Las Varillas”, dijo muy emocionado.
Luego del final de Malvinas, “al estar en decadencia, los tipos ya aflojaron, y ya no lo pasé mal”. “Recién ahora puedo hablar un poco. A los chicos que fueron la guerra yo creo que les han arruinado la vida”, expresó conmocionado. “Son más que héroes”, finalizó.
Fuente:ElDiario
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