El Sans Souci de Tandil. El palacio rural de los
Santamarina que fue centro clandestino de detención y hoy está abandonado
Como muchas estancias bonaerenses, fue expropiada durante el peronismo;
desde entonces, cambió de función reiteradas veces, hasta terminar abandonado y
totalmente saqueado; el proyecto que busca revivir la estancia
31 de marzo de 2023
Por Maria Nollmann
Con cada temporal, las tejas se desprenden de la estructura como dientes flojos. Sucede desde hace décadas. Algunas caen directamente sobre la planta baja, porque los pisos de los otros dos niveles tienen agujeros, y otras se desploman sobre el gran parque. Mientras, la naturaleza hace lo suyo: por entre la fachada del edificio brotan arbustos y hasta árboles.
Desde que se encuentra abandonado, hace más de 40 años, el Palacio Sans Souci de Tandil ha sufrido un incendio -se cree que intencional- y ha sido saqueado de tal manera que ni siquiera se conservan las tablas de las escaleras. En algunos sectores falta, incluso, el parqué de los pisos. Pero, pese a su alto grado de destrucción, todavía es posible hacerse una imagen de lo que este casco de estancia centenario llegó a ser en sus años de esplendor, a inicios del siglo pasado, cuando paseaban por sus pasillos importantes personajes de la política y de la alta sociedad argentina.
De palacio aristocrático a centro clandestino de detención
El palacio Sans Souci de Tandil fue construido en 1910 a pedido de José Santamarina, quien había heredado las tierras, unas 69 hectáreas, de su padre, Don Ramón Santamarina. Él y su esposa, la británica Sarah Wilkinsson, eran considerados un matrimonio polémico. Él, hijo de uno de los grandes estancieros del país; ella, hija de un empleado de la empresa de ferrocarriles de Ramón Santamarina, se enamoraron a principios de siglo y se casaron en secreto, informándole al padre del novio días más tarde y a través de una carta.
Al poco tiempo, los recién casados emprendieron la construcción de su residencia de verano en las tierras heredadas en Tandil, quebradas por montes y repletas de arboledas. Allí levantaron un palacete de estilo normando y lo nombraron en honor a un hotel en el que se habían hospedado en Baden-Baden, el hotel Sans Souci, que traducido del francés es “Sin problemas”. Justamente, sin problemas, dado que la hacienda de la familia era abundante y productiva, hicieron traer de Europa todo el mobiliario de la residencia e incluso también muchos de los materiales de construcción.
El palacete rural, que en sus tres niveles tenía decenas de habitaciones, baños cubiertos en mármol de Carrara y grifería bañada en plata, contó, además, con algunos de los mayores adelantos de su época, como un ascensor y un sistema de calefacción central. Afuera, la casa estaba rodeada por inmensos jardines de flores. “Era impactante la fragancia a magnolias que se respiraba desde el parque cuando venía el intenso calor”, contó una vez la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, que pasó varios veranos de su infancia en aquella estancia, dado que su familia era cercana al general italiano Mauricio Marsengo, quien se casó con Wilkinsson tras la prematura muerte de Santamarina.
Pero a mediados de siglo, luego de haber sufrido los efectos de la crisis del 30, Wilkinson y su nuevo marido decidieron poner en venta la propiedad. No encontraban candidatos dispuestos a pagar lo que pedían, hasta que Sans Souci fue expropiada por el gobierno de Juan Domingo Perón. Bajo la gobernación de Domingo Mercante en la provincia de Buenos Aires, la estancia de los Santamarina se convirtió en la residencia de verano de los gobernadores bonaerenses. Lo fue hasta 1955, cuando, una vez iniciada la Revolución Libertadora, los militares restituyeron la propiedad a sus anteriores dueños.
Pero, al recibirla, la familia decidió donarla al estado provincial “con la exclusiva finalidad de que sea destinado como establecimiento educativo”. Fue así que, en 1959, nació en aquel predio el Instituto Superior de Educación Rural (ISER), una institución que se consideró en su momento “modelo” a nivel nacional por la calidad de sus profesores y por las instalaciones educativas, como tambos, huertas, gallineros, que estaban disponibles para prácticas de sus alumnos, muchos de los cuales vivían allí como becarios.
Pero pocos meses después del golpe militar de 1976, el instituto fue clausurado para siempre. Carlos Müller, quien entonces era alumno de primer año y vivía allí, recordó aquel momento con tristeza: “Fue una situación bastante dura. En el mes de mayo, un grupo del ejército se instaló en el predio mientras nosotros teníamos clases. Se quedaron durante semanas. En junio, a fines de mes, llegó una comisión de enseñanza superior y nos comunicó que se iba a cerrar el instituto y que teníamos hasta el día viernes para desalojar, sin mayor información”, dijo, durante una entrevista con un medio local. En la ciudad de Tandil, la noticia que había llegado es que la carrera se cerraba por razones presupuestarias. “Quizás ya estaba premeditado hacer allí un centro de detención. En ese momento, nunca lo habíamos pensado, no se nos había ocurrido. Porque no se sabía claramente que en el país existían esos lugares”, siguió Müller.
Según indican fuentes del municipio, allí, en los sótanos del palacio, funcionó durante la última dictadura militar un centro clandestino de detención. Lo mismo se afirmó el 16 de septiembre pasado, durante la 16° audiencia del llamado “Juicio La Huerta” por delitos de lesa humanidad cometidos el centro de detención tandilense reconocido como “La Huerta”. Durante el proceso judicial, cuatro denunciantes señalaron también el palacio Sans Souci como lugar de cautiverio y torturas.
Con la recuperación de la democracia, el ex ISER volvió a pertenecer al Ministerio de Educación bonaerense. Pero, para entonces, el palacio no solo había perdido gran parte de su esplendor, sino también se había vuelto inhabitable. Durante la dictadura, la propiedad había sido saqueada, perdiendo así gran parte de su mobiliario, y también había permanecido abandonada durante largos períodos. Fue por ello que el ministerio no la ocupó y el abandono se prolongó aún más. Poco después, el palacio empezó a ser ocupada ilegalmente. Pasaron años hasta que fue desalojado.
En 2001, en un predio de cinco hectáreas perteneciente a la estancia, a pocos kilómetros del casco, se abrió el Instituto Superior de Formación Técnica N° 75. Pero el palacio permaneció desocupado y en ruinas. La situación parecía mejorar en 2008, cuando tanto en la Cámara de Diputados de la Nación como en la cámara provincial surgieron proyectos para declarar el palacio “de interés legislativo” para su recuperación. Pero todas las iniciativas quedaron en el olvido pocos meses después, cuando, en enero de 2009, el predio sufrió un incendio que, según se afirmó en su momento, afectó al 70% del terreno. El fuego también afectó, aunque solo en parte, a la casa principal.
Actualmente, existen diferentes proyectos relacionados con la estancia. El que parece estar teniendo más peso es el del gobierno provincial, que evalúa la posibilidad de iniciar allí un proyecto de viviendas sociales de gran escala, que incluye también la construcción de escuelas. Desde hace meses que un equipo de profesionales está analizando la estructura del palacio y elaborando un informe para conocer si sería posible recuperar el edificio.
Con la colaboración del área de Patrimonio Cultural y Archivos Históricos de la Municipalidad de Tandil
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