11 de enero de 2009

FRANJA DE GAZA: ISRAEL REDOBLA SU OFENSIVA.

Un soldado israelí, presto para avanzar con la tercera etapa de la guerra de la Franja de Gaza, en la que se intensficarían los combates.
Imagen: AFP

La advertencia llegó desde el cielo y llevaba la firma de las fuerzas armadas israelíes: “Residentes de la franja: próximamente el Ejército de Israel atacará con mayor intensidad los túneles, los arsenales y las actividades terroristas. Para su seguridad y la de sus familias, aléjense de los elementos terroristas”. Unas horas antes de que los bombardeos aéreos y los ataques de la artillería se intensificaran en la Franja de Gaza, los aviones israelíes lanzaron miles de panfletos para anunciar la tercera fase de la llamada Operación Plomo Fundido, que incluirá el despliegue de todos los reservistas y, quizás, una invasión total de la franja. El diario israelí Haaretz informó anoche que el gabinete de seguridad decidió continuar la ofensiva militar contra Gaza al menos 20 días más.
Ayer el miedo se hacía escuchar desde Ciudad de Gaza. “No quiero ni pensarlo porque no hay nada que pueda hacer. Aun si me pudiera ir de la ciudad, no lo haría porque afuera todo es peor”, dijo por teléfono a este diario Nirmeen Kharman, una palestina que vive en el centro de la capital. “Por ahora no hay soldados ni tanques y aún hay supermercados abiertos”, contó. Antes de cortarse la comunicación, explicó que, a diferencia de la mayoría de los palestinos en la franja, ella y su familia cuentan con ahorros y provisiones como para aguantar un tiempo más. Cuando Israel cerró la franja hace dos años, dijo Kharman, comenzó a guardar todos los meses un poco de comida y remedios, especialmente para su hijo menor, que sufre de asma.
“La casa se sacude todo el tiempo con los bombardeos y a la noche es casi imposible dormirse. No tenemos un refugio como los israelíes, pero dormimos en el pasillo, abajo, porque es la única parte de la casa que no tiene ventanas –tomó un respiro, pensó y agregó–: Por ahora estamos bien.”
La ansiedad por la inminente ofensiva se mezcló con la bronca por la decisión del gobierno israelí de suspender la entrada de ayuda humanitaria, según informó, por respeto al Shabat, el día sagrado del descanso del pueblo judío. “¡Cerraron los pasos porque es shabat!”, gritó indignado Chris Gunner, el vocero de la agencia para los refugiados palestinos de la ONU, cuando se enteró. La medida, sin embargo, no se extendió al ejército, que siguió trabajando como el resto de la semana.
Los bombardeos y los ataques de la artillería se concentraron en el sur contra los túneles clandestinos que unen la franja con Egipto y en el norte, en el campo de refugiados de Jabalia. Según los servicios de sanidad palestinos, el número de muertos palestinos ya asciende a 854 y los heridos superan los 3500. Entre las víctimas se encuentra uno de los jefes militares de Hamas, Emir Mansi, y un comandante de la Yihad Islámica, Shams Omar.
El enojo del vocero de la Unrwa, del que dieron cuenta los medios israelíes, se debía a que apenas unas horas antes habían anunciado que retomarían sus trabajo en la franja. La decisión se había tomado porque el gobierno israelí les había garantizado que ninguno de sus camiones sería atacado, como sucedió el jueves pasado. Desde el inicio de la ofensiva, hace 15 días, cuatro miembros del equipo de la agencia para refugiados de la ONU murieron.
Aunque el ejército israelí aseguró ayer que ellos no habían sido responsables del ataque del jueves, la ONU se negaba a reanudar sus actividades en el territorio palestino hasta que el gobierno de Olmert les diera garantías de seguridad a todos sus trabajadores. Esa decisión afectó a 1,2 millón de palestinos que dependen de la comida, el agua y los medicamentos de la ONU para sobrevivir.
El ejército israelí intentó bajarles el tono a las críticas por el nuevo cierre de las fronteras y recordó que, aun antes de la ofensiva, los sábados siempre se cerraban los pasos por shabat. “Además en el lado palestino de las terminales aún hay mercancías que no vienen a recoger”, aseguró el vocero de la oficina de Coordinación de Asuntos Civiles en el Ejército de Israel, Peter Lerne. No explicó que las organizaciones humanitarias encargadas de hacerlo, la ONU y la Cruz Roja, habían suspendido sus actividades por miedo a ser atacadas por fuego israelí.
En el corazón de la Ciudad de Gaza, Nirmeen Kharman también denunció que la tregua de tres horas no está funcionando. “Se supone que de la una a las cuatro de la tarde tendríamos que poder salir a comprar comida y buscar agua, pero la mayoría no se anima. Muchos amigos dejaron de comer pan porque se mueren de miedo de tener que estar dos horas haciendo cola para comprar apenas un kilo –contó con una calma que asombraba—. Hoy me quedé adentro durante las tres horas y escuché tiroteos y, dos veces, a aviones lanzando bombas. No sé de dónde venían ni qué atacaron, pero la gente sigue siendo lastimada durante la tregua.”
Pero aun a pesar de los bombardeos y los tiroteos, la situación en la capital es mucho mejor que en el norte de la franja. En Jabalia las familias denuncian que ya no tienen dónde esconderse. Ayer ocho miembros de una familia murieron y otros seis resultaron heridos en un bombardeo israelí, según informaron fuentes médicas del hospital Kamel Adun. “Estábamos en casa cuando empezaron los bombardeos. Huimos hacia otra casa y los tanques empezaron a disparar. Algunos de nosotros fuimos alcanzados”, relató Um Mohamed, una de las sobrevivientes, que fue trasladada al hospital tras resultar herida. Cuando los médicos le preguntaron por qué no se quedaron adentro de su casa, respondió que habían visto demasiadas casas destruidas en los últimos días.
Mientras los heridos crecen en todas las latitudes de la franja, la situación en los hospitales es cada vez peor. Una trabajadora de la Cruz Roja en Gaza que pidió no revelar su nombre aseguró que la organización seguía esperando la autorización del gobierno israelí para escoltar ambulancias de la Media Luna Roja palestina para evacuar y trasladar a los heridos. De los 400 muertos civiles, según cifras de la ONU, se estima que una docena son conductores de ambulancias o paramédicos.
“El CICR recibe decenas de llamadas de gente pidiendo ayuda. Ayer recibimos una de una familia de 40 personas, entre ellas 20 niños, de una casa de la zona de Netzarim. Nos dijeron que no habían bebido agua en seis días porque el pozo que se la suministraba fue destruido”, contó la trabajadora humanitaria. Por ahora no pudieron enviarles ayuda.
(Fuente:Pagina12-María Laura Carpineta).

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