Justicia para Domon y Duquet
Año 3. Edición número 156. Domingo 15 de mayo de 2011
Por Laureano Barrera y Raúl Arcomano
Alice Domon y Léonie Duquet. Esta foto fue armada por los esbirros de la Esma ante la presión internacional por el secuestro. Les pusieron un cartel de Montoneros y un diario La Nación.
Hubo cinco detenidos en la causa, acusados de pilotear el viaje en el que mataron a las monjas
Las Madres recuerdan que Gustavo Niño llevaba siempre el mismo saco azul. “Siempre parecía aterrorizado y nosotras cuidábamos de él. Rápidamente se convirtió en el favorito de Azucena Villaflor. La gente nueva que se unía al grupo pensaba que era su hijo”, recordó María del Rosario Caballero en el libro La estirpe de Caín, de Tina Rosenberg. Caballero recordaba así en el libro de la periodista estadounidense las primeras impresiones sobre la llegada de Alfredo Astiz al grupo que se reunía en la parroquia Santa Cruz. Para darle credibilidad a su infiltración, Astiz participaba de las rondas de las Madres. En una de ellas hasta llegó a trompearse con un policía. Y proponía más reuniones y promovía eslóganes más fuertes. El 8 de diciembre de 1977, el grupo de la iglesia se reunió para juntar los últimos pesos para publicar una solicitada a página entera en el diario La Nación con el título “Sólo pedimos la verdad” y que denunciaba las desapariciones. Astiz llegó con una chica rubia a la que presentó como su hermana.
–¿Gustavito, qué estás haciendo acá? –le preguntó Caballero.
–¿Cómo me voy a perder un día tan importante –contestó.
Cuando pasaron la bolsa de la colecta, Astiz se levantó y dijo que salía a tomar un poco de aire fresco. Mientras se iba, sacó unos billetes del bolsillo y los agitó. Los tipos que esperaban afuera entraron con las armas en la mano.
–¡Arresto por drogas! –gritaron. La patota metió a doce miembros del grupo en cinco autos. Entre los secuestrados estaba la monja francesa Alice Domon, de 43 años. Los móviles se fueron arando por la calle Urquiza. Caballero gritaba.
–¡Callate, vieja loca! ¿O querés venir con nosotros? –la amenazaron.
“No pude ver si se llevaron a Gustavo”, contó Caballero. Dos días después también desaparecieron Azucena Villaflor y otra monja francesa, Léonie Duquet, de 62 años. El jueves siguiente, las madres vieron a Astiz en Plaza de Mayo. Estaba parado contra una pared.
–Tengo que hablar con ustedes.
–¿Estás loco? Andate de acá, corré, andá, es demasiado peligroso –le advirtieron.
Nunca más lo vieron. Al menos hasta que su foto empezó a circular por los organismos de derechos humanos.
En 1998, Astiz no aceptó que se lo trate de traidor. “Yo no las traicioné, porque no era uno de ellas y me di vuelta. Yo lo que hice fue infiltrarme, y eso es lo que no me perdonan. Cuando me acusan de otras cosas me enojo, pero de eso me río”, le dijo a la periodista Gabriela Cerruti. En el revelador libro El vuelo, de Horacio Verbitsky, Adolfo Scilingo, el marino que confesó públicamente la metodología de los vuelos, coincidió con Astiz. Le dijo a Verbitsky:
–¿Usted sabe por qué no lo perdonan a Astiz? Porque se infiltró entre las Madres de Plaza de Mayo. Pero para hacer eso hay que tener pelotas.
–Para entregar a una docena de viejas y dos monjas no hace falta ningún coraje, es una cobardía.
–¿Pero usted sabe lo que le hubieran hecho si lo descubrían?
–Lo hubieran alejado. ¿Qué coraje hace falta para entregar a diez viejas y dos monjas?
Scilingo contestó nimiedades.
Dos luchadoras. Domon había venido a la Argentina en 1966, unos meses después del golpe de Estado de Juan Carlos Onganía. Con Duquet pertenecían a la Hermandad de las Misiones Extranjeras de Nôtre Dame de la Motte, una congregación religiosa que había instalado una sede en Córdoba y que más tarde se amplió a Hurlingham y Morón. Sus dos primeros años en Argentina fueron dedicados a apoyar el trabajo de catequesis de personas con necesidades especiales que llevaba adelante el cura Ismael Calcagno, primo hermano de la mujer de Jorge Rafael Videla. Además de ser sus secretarias, tenían una casa de caridad en la que a diario atendían a chicos desamparados. Entre ellos estaban los cuatro hijos de Julia, la prima pobre del dictador, y Alejandro, el hijo con retraso mental y prácticamente oculto de Videla.
En 1969, Domon se instaló en una precaria casa en Villa Lugano. Se unía así a la lucha del sacerdote Héctor Botán, uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Después del golpe del ’76, la religiosa decidió participar activamente en organizaciones de derechos humanos. Junto a Duquet, se acercó al Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos para asistir espiritualmente a las familias que reclamaban por sus familiares desaparecidos.
Una vez secuestradas, fueron vistas en la Esma. El testimonio que las sobrevivientes Sara Solarz de Osatinsky, Ana María Martí y María Alicia Milia de Pirles brindaron en Francia en 1979 señala que las monjas fueron salvajemente torturadas. “La conducta de ambas fue admirable. Hasta en los peores momentos de dolor, la hermana Alice, que estaba en Capucha, preguntaba por la suerte de sus compañeros”, dijeron.
Ya en 1978, la Comisión Argentina por los Derechos Humanos había difundido el testimonio de Horacio Domingo Maggio. Se había fugado de la Esma y había logrado contar lo que vio allí. Sobre las monjas relató: “Estaban con ropa de civil y muy golpeadas y débiles, ya que para llevar al baño a sor Alice tenían que sostenerla dos guardias, pues no se podía tener en pie”.
Ante la presión internacional por su paradero, fueron obligadas a escribir una carta a su superiora en la congregación donde aseguraban haber sido secuestradas por Montoneros. Y les sacaron una foto sentadas delante de una bandera de aquella organización exhibiendo un ejemplar de La Nación. Durante los días que permanecieron detenidas, Videla supo del secuestro. No hizo nada. Hoy se sabe que las monjas y las madres murieron en un vuelo de la muerte. En uno que partió a las 21.30 horas del miércoles 14 de diciembre de 1977. El cuerpo de Duquet fue identificado en 2005 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Domon sigue desaparecida.
Pilotos del infierno. Enrique De Saint George, Mario Arru y Alejandro D’Agostino eran parte de la tripulación del vuelo del 14 de diciembre. Ese vuelo fue individualizado –luego de un minucioso análisis– por la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las Causas por violaciones a los Derechos Humanos. Para ello se investigaron 2758 planillas de vuelo de los aviones Shorts CS-7 Skyvan durante los años 1976, 1977, y 1978. Las había gestionado el fiscal que investiga el Plan Cóndor, Miguel Osorio, ante Prefectura. La Armada escamoteó las de los Electra, el avión de su flota también denunciado. Las planillas contenían información abundante: fecha del vuelo, hora y lugar de despegue y aterrizaje, nombre del piloto, los copilotos y los auxiliares a bordo, duración y cantidad de aterrizajes, motivo del vuelo, y muchas veces, hasta el nombre de los pasajeros.
Para allanar la búsqueda, los investigadores posaron la lupa sobre las singularidades en cuatro ítem. La duración del viaje debía ser superior a las dos horas y media de vuelo, el tiempo necesario para decolar en Aeroparque, alejarse 300 kilómetros a la velocidad crucero de los Skyvan (311 km/h) mar adentro –a baja altura para evitar el radar de Mar del Plata– y regresar al punto de partida. Los destinos considerados fueron los que tenían despegue y aterrizaje en Aeroparque. O, según el plan de vuelo denunciado por Adolfo Scilingo, una escala en Punta Indio. También fueron criterios de filtro la nocturnidad y el objetivo del vuelo.
Después de la discriminación, quedaron once vuelos anómalos en los tres años, cuya tripulación sigue investigando el juzgado. “Uno de esos coincide con el día en que las monjas francesas y alguna de las fundadoras de Madres fueron trasladadas de la Esma”, declaró a Miradas al Sur Pablo Parent (ver entrevista aparte). Es el vuelo PA-51, que decoló de Aeroparque a las 21.30 sin pasajeros, y volvió a las 0.40, luego de tres horas y veinte minutos de vuelo. Su finalidad decía algo que no se repite en ningún otro: navegación nocturna. El abogado Martín Rico, de la Secretaría de Derechos Humanos, aportó: “Se trataría de un entrenamiento atípico. No sólo por tratarse de pilotos con experiencia (Saint George tenía 30 años, Arru 29 y D’Agostino 28), sino también por las palabras elegidas para registrarlo”. “En las planillas entregadas por Prefectura a la Justicia los vuelos de entrenamiento se registran como de ‘instrucción’ y se especifica ‘nocturna’ cuando corresponde. Pero de los 2758 vuelos analizados sólo éste tuvo por finalidad la ‘navegación nocturna’”, aclaró el letrado a Miradas al Sur.
A partir de este informe y de las pruebas del juicio que se sigue por los crímenes de la Esma, el juez federal Sergio Torres detuvo a tres pilotos de Prefectura, un suboficial de la Armada y un abogado. Los tres están relacionados con vuelos de la muerte. D’Agostino, Saint Georges y Arru fueron apresados porque habrían piloteado el “vuelo anómalo” del 14 de diciembre de 1977. Y se detuvo al ex suboficial de la Marina Ricardo Rubén Ormello y al abogado Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa por su vinculación “al accionar del grupo de tareas que operaba en el centro clandestino de detención”.
Eduardo Wado de Pedro, director de Aerolíneas Argentinas, dijo a Miradas al Sur: “Cuando tuvimos la confirmación de la Justicia actuamos en consecuencia. Las personas fueron suspendidas transitoriamente sin trabajo y sin sueldo, hasta que la Justicia determine su responsabilidad en el hecho. Teníamos informaciones cruzadas de trabajadores sobre algunos pilotos que habían participado, y el tiempo que se tardó fue éste, no nos podíamos dejar llevar por rumores y teníamos que esperar que la Justicia interviniera”.
–¿Puede haber más pilotos involucrados?
–Sí, se está investigando.
Civil en los vuelos. El caso de Torres de Tolosa es llamativo: es el único civil acusado de participar de los vuelos de la muerte. Se lo conocía como “el teniente Vaca” (la Armada era afecta al apodo de animales) e integraba el sector Automotores de la Esma. Torres de Tolosa fue denunciado en España por Scilingo como “el único civil que participaba de los vuelos de la muerte. Por ese motivo estuvo un día detenido, en 1998. Tolosa es abogado y llegó a ser funcionario judicial durante la dictadura.
Miradas al Sur llamó a la casa de Torres de Tolosa. Atendió su mujer.
–Mi marido no va a decir nada hasta no ver qué resuelve el juzgado con su situación. Ya lo ha dicho todos estos años cómo fue, se puede buscar sus dichos en Internet. ¿De qué diario es?
–De Miradas al Sur. Hay denuncias de que su marido participó. Queríamos escuchar su descargo después de la detención.
–Scilingo abre un ventilador de cualquier cosa y esto es lo que tenemos. Mi marido hace mil años está diciendo lo mismo. Como está mal de salud, su descargo de ayer no fue tan prolijo como los anteriores, porque no está en condiciones de poder hablar bien.
–Pero él pasó por la Esma durante la dictadura.
–Él no ‘pasó’. Él es amigo del capitán Acosta desde hace muchos años. Él era secretario de Instrucción e iba a ver cómo andaban las cosas y a charlar con sus amigos. Esto que Scilingo le hizo es un agujero. Hay cinco, seis, diez personas como mucho que son las que hacen las imputaciones en todas las causas en todos los lugares. Es tremendo ver cómo cambian la realidad para poder tenerla de otra manera y ajustarla a sus dichos –dijo la mujer. Y cortó.
El tema de los vuelos de la muerte es materia de alegato en el juicio oral y público que lleva adelante el Tribunal Oral Federal 5 por los crímenes de la Esma. Por eso hoy la Justicia está cerca de determinar qué pasó el día del secuestro, cuál fue el destino de las monjas francesas y cuál es la responsabilidad de Astiz y sus colegas de arma. Se juzgan el secuestro y desaparición del periodista Rodolfo Walsh, de Domon y Duquet y de otras 86 víctimas que estuvieron secuestradas en ese centro clandestino.
En el juicio hay 19 acusados que, como Astiz, pertenecieron al grupo de tareas 3.3.2 que estaba a cargo de los secuestros. Acosta, en tanto, era el jefe de inteligencia de la Esma. En este tramo del juicio se debaten 12 de los 86 casos. Tanto el Estado como las querellas ya pidieron penas de reclusión perpetua para doce de los 19 represores. El reclamo de la pena más severa que prevé el Código Penal fue formulado por Luis Zamora y Horacio Méndez Carrera, abogados de los familiares de las monjas francesas y de las Madres. En poco tiempo se conocerá la sentencia.
“Vale la pena dar la vida si es necesario”, escribió a sus padres Domon en una carta. Vaya si la dieron.
Informe: Gisela Carpineta
Fuente:MiradasalSur
Martín Rico: “Toda la Armada estaba involucrada”
Año 3. Edición número 156. Domingo 15 de mayo de 2011
Por Raúl Arcomano
Entrevista al abogado de la Secretaría de DD.HH.
El abogado Martín Rico, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, fue quien alegó en nombre del Estado en el juicio por la Esma. Rico pidió penas de reclusión perpetua para Astiz, Acosta y otros diez imputados por el secuestro, tortura y homicidio de los miembros del grupo de la Iglesia de la Santa Cruz, ocurrido el 8 de diciembre de 1977. Acusó a los miembros del grupo de tareas 3.3.2 por sólo cinco homicidios de las doce víctimas. Ése es el número de cadáveres encontrados hasta el momento. El abogado habló con Miradas al Sur.
–¿Cómo se realizaban los vuelos de la muerte?
–Eran realizados por los oficiales de mayor jerarquía, principalmente los días miércoles. Se mencionaba a los detenidos por número, como se los identificaba en la Esma. Se los narcotizaba o dormía con algún somnífero, como el Pentotal (al cual los marinos le decían “pentonaval”), para que las víctimas no ofrecieran resistencia. Una vez que se encontraban adormecidos o atontados se los subía en la parte de atrás de camiones que aguardaban en el playón de estacionamiento de la Esma, y de ahí eran conducidos a alguna base cercana de la cual despegaban los aviones. Una vez que el vuelo se encontraba sobre aguas del Río de la Plata, los cuerpos eran arrojados. Varios sobrevivientes recordaron una frase que repetía incesantemente El Tigre Acosta: “Yo hablo con Jesusito. Les doy un pentonaval y se van para arriba”.
–¿Toda la Armada estaba involucrada?
–Teniendo en cuenta la estructura vertical de la Armada, y el manejo que tenía Massera de su fuerza, parece apropiado decir que toda la Armada estaba al tanto. Recordemos otra frase de Acosta: “Acá todos tienen que poner los deditos”.
–¿Qué se sabe con respecto al vuelo en el que mataron a Domon y Duquet?
–De acuerdo con las pruebas de la causa, sin perjuicio del muy buen trabajo que están llevando adelante el juez Torres y el fiscal Taiano, es prematuro afirmar que el vuelo identificado, y en virtud del cual se encuentran actualmente detenidos De Saint Georges, Arru, D’Agostino y Ormello, sea el vuelo en que fueron trasladadas Domon y Duquet. Sin embargo, atento a la fecha y las características atípicas del mismo, podría ser el vuelo en cuestión.
–¿Qué responsabilidades les caben a los detenidos?
–De Saint Georges, Arru, el prefecto retirado D’Agostino y el suboficial naval retirado Ormello están imputados por haber participado en la eliminación del grupo de militantes y familiares de la Santa Cruz. Si bien Ormello no aparece piloteando o en la tripulación de ese vuelo, fue imputado a partir de relatos de sus ex compañeros de Aerolíneas Argentinas tras el retorno de la democracia.
–¿Cómo seguirá la causa?
–Seguramente el juez Torres procesará a los detenidos por los delitos de homicidio agravado. Esto representará el cierre del círculo del horror que comenzó para doce personas el 8 de diciembre de 1977. Nosotros, en compañía de los familiares y los organismos de derechos humanos, creemos que estamos más cerca de llegar a la verdad de los hechos que se están juzgando ante el TOF 5.
Fuente:MiradasalSur
La tenaz lucha de un hombre por la verdad
Año 3. Edición número 156. Domingo 15 de mayo de 2011
Por Laureano Barrera y Raúl Arcomano
De acuerdo al testimonio de sobrevivientes, se confirmó que las monjas estuvieron detenidas en la Esma. (TELAM)
Hace 25 años que el abogado Horacio Méndez Carreras tiene el caso de las monjas francesas. Dice que Acosta fue quien planeó los secuestros
Horacio Méndez Carrera es el abogado representante de las familias de las dos religiosas y actual responsable del área de derechos humanos de la Cancillería. Representó originariamente a los familiares de las monjas francesas. Esta semana le comentó al diario Página/12 que los familiares de las religiosas le pidieron, cuando lo convocaron, que identifique la forma en la que desaparecieron Alice Domon y Léonie Duquet y que encuentre a los autores y el modo de condenarlos. Y agregó que si entonces le hubiesen dicho que iban a pasar 25 años para la condena, quienes le encargaron la búsqueda todavía estarían buscando abogados. Durante el jueves y viernes pasado Méndez Carrera y Luis Zamora, el otro abogado de la querella unificada, apuntaron a la responsabilidad de cada uno de los acusados, pero hicieron recaer el mayor peso sobre Alfredo Astiz y Jorge El Tigre Acosta. Sobre Acosta dijeron: “Fue el cerebro que planificó la operación y resolvió la eliminación”. Por eso reclamaron ante el Tribunal Oral Federal 5 la pena más severa que prevé el Código Penal: reclusión perpetua.
Méndez Carrera y Zamora son abogados de las familias de Azucena Villaflor de Devicenzi, Mary Bianco y Alicia Careaga, pertenecientes al grupo fundador de las Madres de Plaza de Mayo. Además, representan a los familiares de las monjas francesas y a otros siete integrantes del llamado “grupo de la Santa Cruz” secuestrados y desaparecidos en diciembre de 1977. Se trata de Ángela Aguad, Patricia Oviedo, Eduardo Orane, Raquel Bullit, José Fondevilla, Remo Berardo y Horacio Elbert. Es la segunda querella en pedir la pena de reclusión: la semana pasada lo hizo en su alegato el Gobierno Nacional a través del abogado Martín Rico, de la Secretaría de Derechos Humanos (ver entrevista).
El cuerpo de Duquet fue localizado en 2003 en el cementerio de la localidad de General Lavalle. Trabajó allí el Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf). Descubrieron ocho esqueletos: cinco de mujeres, dos de hombres y uno dudoso. Este último, se comprobó dos años después, correspondía al de Duquet. El 25 de septiembre de 2005, 27 años después de haber sido secuestrada, la religiosa fue enterrada en el jardín de la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal. “Argentina tiene una gran deuda con Francia”, reconoció en ese momento Méndez Carreras. E hizo hincapié en la responsabilidad de Astiz en el secuestro. “Él quería borrar toda huella que lo uniera con los secuestros en la iglesia de Santa Cruz, que ya estaba teniendo mucha repercusión”, dijo. “Las autoridades francesas desean que la identificación de los cuerpos contribuya también al avance de los procedimientos judiciales en curso para aportar todos los elementos necesarios para el esclarecimiento de este trágico período”, había informado, por su parte, la Embajada de Francia en Buenos Aires. El cuerpo de Domon aún no ha aparecido.
La batalla de Méndez Carrera para juzgar y condenar a los represores que desaparecieron a las monjas ha sido larga e incansable. El primer pedido de extradición de Astiz se realizó en 1982, cuando estaba en poder de Inglaterra, como prisionero de la Guerra de Malvinas. Cinco años después, en febrero de 1987, la Cámara Federal porteña dispuso la prisión preventiva de Astiz por el delito de tormentos en la causa de las religiosas. La condena nunca se hizo efectiva por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Astiz declaró por primera vez ante la Justicia diez años después: en 2007 amplió su declaración indagatoria en la causa en la que se investigaba el secuestro y asesinato de las monjas. Durante tres horas, Astiz le negó al juez Sergio Torres los hechos. Y pidió que se realizaran “pericias hidrográficas”. “Lo hace para embarrar la cancha. Son claras maniobras dilatorias”, dijo entonces Méndez Carreras.
Hoy, el pedido que le hicieron hace tantos años a Méndez Carrera está cerca de cumplirse.
• EL DOCUMENTAL DE CATY
“Mi primer contacto con la real historia de Caty, apodo de Alice Domon, se da en 1995 cuando Horacio Méndez Carreras me entregó un librito que contenía las cartas que ella le enviaba a su familia en Francia desde 1967, hasta dos días antes de ser secuestrada”, relata Alberto Marquardt, realizador del documental Yo, sor Alice. “En la época que la hicimos, pleno menemismo, nadie hablaba de los derechos humanos y las Madres estaban solas. Las confesiones de Adolfo Scilingo arrancadas por Horacio Verbitsky fueron muy fuertes para mí y uno de los motores para realizar este documental”, agrega. A través de las innumerables cartas reproducidas en el libro de su hermana Arlette, se le da voz a los desaparecidos. A lo largo del film, el director se apoya en los testimonios de secuestrados en la Esma y de Madres de Plaza de Mayo, familiares, amigos y colegas misioneras. Marquardt fue militante del ERP y lo secuestraron en 1975. Estuvo preso en las cárceles de Rosario, Córdoba y Caseros. En julio de 1980 obtuvo la libertad vigilada y nueve meses después decidió exiliarse en París. El documental reconstruye la historia de lucha, miedos y profunda fe de Alice Domon y la dura realidad de esos años siniestros donde se evidencia el silencio de un sector de la Iglesia, la aparición de las Madres de Plaza de Mayo y la pelea de miles de familiares. Asimismo, le permitió a Marquardt volver a una época que consideraba sepultada en su memoria. A diez años del estreno de Yo, sor Alice, asegura: “Cuando comencé a investigar estaba muy lejos de imaginar que los pilotos que participaron en el vuelo donde mataron a las monjas y a las Madres de Plaza de Mayo alguna vez serían identificados y condenados. Que estos tipos que con toda impunidad hicieron lo que hicieron sean juzgados es fundamental. Se ha avanzado poco al respecto en el resto del mundo y estoy muy contento y orgulloso de que esto pase en Argentina”.
Fuente:MiradasalSur
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