Año 3. Edición número 156. Domingo 15 de mayo de 2011
Por Laureano Barrera
Entrevista al conductor de la Unidad Fiscal de DD.HH.
Pablo Parenti conduce, junto a Jorge Auat, la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las Causas por Violaciones a los Derechos Humanos. Consultado por Miradas al Sur, Parenti les adjudica también a los vuelos de la muerte las dos condiciones esenciales –aunque insuficientes– que fraguaron los perpetradores del genocidio para mantenerse impunes: “Un pacto de silencio, por un lado, y destrucción de prueba por el otro”. Hasta ahí, nada nuevo bajo el sol. Pero los vuelos presentan una dificultad mayor: no dejaron testigos. En los centros clandestinos de detención, por motivos sobre los que aún hoy se discute, quedaron sobrevivientes. A pesar de las capuchas, los nombres falsos, las amenazas y el terror, los años y el valor convirtieron a esos sobrevivientes en testigos y acusadores. En los vuelos no: sólo hubo hombres y mujeres atontadas por una inyección que, cuando la corriente no los devolvió sin vida a la costa, terminaron en el fondo del mar. Y hubo verdugos: cinco de ellos fueron detenidos esta semana. Tres de ellos trabajaban en Aerolíneas. “Es un paso importante, pero nos parece que es una parte mínima.”
–¿Qué les parecen las detenciones de los pilotos de los vuelos de la muerte?
–Es un avance importante, en un tema trascendente. Los vuelos de la muerte siempre se mencionaron como un método utilizado por el sistema represivo para eliminar personas, pero hasta el momento no se había logrado esclarecer esto, y partir de ciertos testimonios, y cierta documentación que apareció, al menos se empezó a esclarecer una parte ínfima de lo que fue esta práctica represiva.
–¿Lo que se esclareció hasta el momento es una porción mínima de la dimensión real de este método de exterminio?
–Sí. No podemos estar seguros de la cantidad de vuelos y la cantidad de personas eliminadas con este método, pero seguramente fue una cantidad muy importante de personas, tanto quienes lo perpetraron como quienes fueron arrojados. No fue una práctica marginal. Fue uno de los métodos de desaparición de personas, por lo menos en algunos centros clandestinos. Eso se sabe a partir de testimonios. Pero, obviamente, esclarecer cuáles fueron los vuelos y cuáles fueron las víctimas es una tarea muy difícil. Si bien es un paso importante la dilucidación de algunos hechos y las recientes detenciones, nos parece que es una parte mínima.
–Hasta ahora se vincula exclusivamente a la Armada a este tipo de prácticas. Sin embargo, hay denuncias en centros clandestinos del Ejército y la Aeronáutica también.
–Sí, hay hipótesis de vuelo en la Base Aérea del Palomar, no fue una exclusividad de los centros dependientes de la Marina. El destino final de los desaparecidos todavía no se desentrañó en porcentajes significativos. Recién el año pasado se encontraron cuerpos en un predio del Ejército y este año se identificaron restos humanos en el Arsenal Miguel de Azcuénaga, en Tucumán. Pero si uno compara la cantidad de personas identificadas con la cantidad de desaparecidos, es ínfima la proporción encontrada.
Las primeras noticias de los vuelos infames se remontan al amanecer democrático y la Conadep. Eran un rumor terrorífico pero ajeno, hasta que fueron admitidos por su propia tripulación. El ex capitán de corbeta Adolfo Scilingo los denunció en una carta a Videla en 1990, pero la hizo pública sin ahorrarse pormenores a mediados de la década del ‘90, cuando sus superiores y el entonces presidente Carlos Menem guardaron silencio. Anterior pero sigilosa fue la ya célebre confesión involuntaria de Emir Sisul Hess, que comentó ante empleados de su hotel, al pie de la Cordillera, que los secuestrados “caían como hormiguitas”. La Justicia lo detuvo recién en 2009. Casi al mismo tiempo, trascendió una revelación del teniente Julio Alberto Poch ante pilotos holandeses, por la que fue extraditado desde España. La detención de los tres pilotos en esta semana –dos aún en actividad en Aerolíneas Argentinas– es el primer paso del juzgado para dar con los comandantes de esos vuelos entre los registros administrativos que dejó la burocracia dictatorial. Decantaron luego del pedido de documentación del fiscal Miguel Osorio, el minucioso informe técnico de la Unidad Fiscal, y posterior pedido de arresto del fiscal de la causa, Eduardo Taiano.
“Se relevaron casi tres mil planes de vuelo de los aviones Skyban, un tipo de avión utilizado por la Prefectura”, explica Parenti. “Se encontraron al analizar las planillas ciertos vuelos anómalos. Esas anomalías podían detectarse en la duración, el motivo alegado, el destino y la nocturnidad. Eso no significa necesariamente que fueran vuelos de la muerte. Son vuelos anómalos. Una vez determinado eso, se cotejaron las fechas. Uno de esos vuelos coincide con el día en que, por testimonios, sabemos que las monjas francesas fueron fotografiadas con la bandera de Montoneros en la Esma en un montaje de los marinos, y que pocos días después aparecieron sus cuerpos en la costa atlántica, primero enterrados como NN. Lo cual nos permitió inducir con gran probabilidad, que el vuelo de ese 14 de diciembre, nocturno además, se trata del mismo en el que las monjas fueron arrojadas al mar”.
–¿A partir de las características del vuelo, se están estudiando otros similares, con otros pilotos?
–Con respecto a los Skyban, hay más vuelos anómalos. En total son once los vuelos muy llamativos. Habrá que ver después en qué medida en los otros diez se pueden vincular estos vuelos con un traslado de desaparecidos. El tema de las monjas fue un caso muy conocido por sobrevivientes, donde hubo testimonios suficientes para anclar su salida de la Esma a una fecha determinada, y coincidió con una hipótesis de quiénes podían ir en ese vuelo. El dato de los vuelos tiene que ser leído en contexto con otros elementos de prueba, y lamentablemente no siempre los tenemos. Por eso, para el resto sin dudas hay que profundizar la investigación.
Fuente:MiradasalSur
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