Testimonios de la madre de Franca Jarach y de María Eva Basterra, que conoció la ESMA siendo bebé
Franca Jarach, la joven ítalo argentina
Vera Jarach dio nuevamente testimonio ante la justicia. Es la mamá de Franca, militante de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) y la JTP (Juventud Trabajadora Peronista) detenida-desaparecida en la ESMA. Vera integra las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y el Directorio del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). Luego declaró María Eva Basterra, que tenía dos meses cuando fue secuestrada junto a sus padres y conducida a "Selenio", como los represores llamaban al Casino de Oficiales de la ESMA.
Franca Jarach, la joven ítalo argentina
Vera Jarach dio nuevamente testimonio ante la justicia. Es la mamá de Franca, militante de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) y la JTP (Juventud Trabajadora Peronista) detenida-desaparecida en la ESMA. Vera integra las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y el Directorio del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). Luego declaró María Eva Basterra, que tenía dos meses cuando fue secuestrada junto a sus padres y conducida a "Selenio", como los represores llamaban al Casino de Oficiales de la ESMA.
Las palabras de una madre
“Quisiera empezar diciendo que para mi hija Franca y mi familia, la justicia tiene un valor muy grande, tanto que mis padres y mi suegro eran abogados. Nos inculcaron los valores de la justicia. Y mi hija también tenía inculcados estos valores. La motivación que tengo para pedir justicia es una garantía y una esperanza de un nunca más y, en particular, la historia nos enseña que lo que sucedió una vez puede volver a ocurrir”.
Auswitchz y la ESMA en una misma familia
Vera contó que en 1943 su abuelo paterno fue llevado a Auswithz. “Mucho tiempo después a mi hija la desaparecen y la llevan a la ESMA. Mis convicciones de que verdad, memoria y justicia pueden reconocer los síntomas de las repeticiones de la historia. Franca fue secuestrada el 25 de junio de 1976, tenía 18 años, durante muchos años tratamos de encontrarla. Pasaron más de 20 años para que yo pueda saber la verdad”.
Así contó ante los jueces y el público en la sala la historia de su familia y la lucha por saber sobre su hija. “El secuestro ocurrió en la esquina de Córdoba y Carlos Pellegrini, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. De ahí la llevaron al sótano de la ESMA”.
Un llamado telefónico desde la ESMA
“Como supe esto después de tantos años, tuve la suerte de conversar con Marta Álvarez, quien me contó el destino final de mi hija. El 11 de julio la hicieron llamar por teléfono. En ese llamado, Franca nos dice: ´estoy detenida en Seguridad Federal´. Al día siguiente, mi marido fue ahí y no estaba. A partir de ahí, no tuvimos más noticias”.
El amor por su hija
Vera contó que su hija Franca “fue amada y admirada por muchos, no solamente por la familia, sino también por profesores y amigos. Era una chica alegre y muy pensativa. Amaba la justicia y defendía cuanta causa se le presentaba. Era muy generosa y atenta a todo lo que ocurría a su alrededor. Era entusiasta y apasionada. Tenía un profundo sentido crítico. Fue abanderada del Colegio Nacional Buenos Aires, y lo había sido antes en la Primaria. Tenía mucho talento, mucho conocimiento de cosas que se estaban perfilando en su vida, como la música”.
Franca militaba en el Colegio y Vera contó que ahí se hacían listas negras. Ella cree que se secuestro devino de esas tareas de inteligencia sobre los estudiantes. En esa etapa, Franca militaba en la UES y luego pasó a militar en la JTP. “Lamento que hayan cortado todas sus potencialidades, porque era una chica que hubiera podido dar muchísimo en esta vida”.
El secuestro de Franca
“Era un viernes y mi marido y yo nos habíamos ido al Tigre. Enrique (novio de Franca) llegó en la lancha y nos contó que Franca no había vuelto. Lo primero que hicimos es ir a los hospitales y la morgue, después toda esa secuela de acciones que los familiares de desaparecidos hicimos. Por ejemplo, los hábeas corpus. Nos dirigimos a todas las instituciones, nacionales e internacionales. Ahí se levantó ese muro de silencio”.
Sin respuestas de las embajadas y la Iglesia
Vera contó sobre el camino arduo y perseverante para encontrar a su hija. “Fuimos a la Embajada de Italia y el embajador nos cerró la puerta, porque le molestaba esa larga cola de italianos que pedían por su familia”.
Otra de las instituciones a las que recurrieron fue la Iglesia. “nos recibía, pero no queríamos la compasión que nos daban, sino ayuda. En el Vaticano, el Papa Juan Pablo II me bendijo y dijo palabras lindas, pero qué importante hubiera sido que el Vaticano hiciera algo”.
El recuerdo y las primeras Madres
Vera contó también que Liliana Gardela, sobreviviente de la ESMA, “me contó que cuando hacía trabajo esclavo en la ESMA transcribía los interrogatorios. Me llamó mucho la atención Franca, porque daba respuestas muy inteligentes. Me contó el destino final de Franca. Hasta ahí yo pude tener esperanza, pero después de esa verdad ya no pude tener más esperanza”.
Después de tomar agua, conmovida por el recuerdo, Vera contó que “Franca, aún en el secuestro, conservó su sentido del humor. Decía: ´acá no hace falta hacer dieta, porque no nos dan de comer´. Fue fundamental para mí, y para todas, darnos fuerzas mutuamente en nuestro dolor. Teníamos permiso una vez por mes de ir a una oficina que se había instalado en la casa de gobierno. Una vez me preguntaron si mi hija era linda. Les dije que sí y entonces me dijeron que tal vez se la habían llevado tratantes de personas. Otra respuesta fue que no me preocupara tanta que hiciera de cuenta que mi hija se había ido de vacaciones”.
Después de esto, Vera contó su encuentro con las primeras Madres de Plaza de Mayo: “una vez, estando ahí, encontré a una mujer, cuyo hijo iba al Nacional Buenos Aires y era una de las primeras 14 fundadoras de las Madres. Ahí me arrimé a ellas. El don más preciosos que podemos tener todos en esta vida son los amigos”.
El silencio de la prensa
“La prensa formó parte de ese muro de silencio. La prensa internacional contribuía a ese muro de silencio. Por ejemplo, iba a las reuniones de la prensa extranjera: los corresponsales mandaban noticias, pero no se publicaban. Sólo Le Monde publicaba. Acá los grandes medios se autocensuraron y contribuían con el muro de silencio. Sólo el Buenos Aires Herald publicaba hábeas corpus. Hubo periodistas que denunciaron y desaparecieron, más de 90. El ejemplo más claro es Walsh con su Carta Abierta. Él denunció y por ese coraje lo mataron”.
“Les pido a los acusados que por favor rompan los pactos de silencio”
Vera interpeló directamente a los imputados y les dijo: “les pido que por favor los pactos de silencio, que de una vez por todas nos digan qué hicieron”.
Para terminar su testimonio, Vera dijo: “pensando en los chicos de las escuelas, uno me preguntó si estaba satisfecha con mi vida. Dije que sí. Realmente, he tenido mucho en esta vida, me salvé, salvo mi familia. La Argentina nos abrió los brazos para salvarnos de la Shoa, hasta que pasó lo de mi hija. La vida te da muchas cosas, pero también te quita mucho. Quiero agradecerles a ustedes y a todos, y decirles: ¡acá Franca conmigo pide justicia!
El testimonio de María Eva Basterra: una familia secuestrada en la ESMA
En la etapa de testimoniales hoy declaró María Eva Basterra, quien tenía dos meses de edad cuando fue secuestrada junto a sus padres. Los tres fueron llevados a la ESMA el 10 de agosto de 1979.
María Eva dijo que según pudo reconstruir, a su mamá la obligaron a tirarse al piso dentro del auto y la taparon con una campera. En la ESMA fue obligada a desvestirse: “la acostaron en una cama y comenzaron a darle picana eléctrica. D´Imperio le preguntaba por mis tías. En un momento le ordenaron sacarse la capucha y le dijeron que no se diera vuelta. Trajeron a Bety, otra detenida, y la pusieron a cuidarme, ordenándole que no dijera mi nombre, que me llamara por otro cualquiera".
Infancia y dictadura
Fue el oficial Fernando Peyón, siguió dicendo María Eva, quien “me sacó de mi cuna y me quiso llevar a la Huevera para torturarme para que mi papá hablara. A mi mamá la llevaron a Capucha y la engrillaron. después la llevaron a una oficina y le dijeron que la iban a liberar. Mi mamá les preguntó si podrían volver a su casa y le dijeron que por ahora no, y nos llevaron a la casa de mi tía. Uno de ellos le dijo a ella que eran amigos, que estábamos todos bien, que el ojo negro de mi mamá era porque se había caído, y que mi papá por ahora no iba a salir”.
El trabajo esclavo en la ESMA y las fotos de las víctimas
Su papá, Víctor Basterra, fue sometido al trabajo esclavo dentro de la ESMA y tenía permitidas salidas rigurosamente vigiladas. “En una de las salidas de mi papá, mi mamá quedó embarazada de mi hermana Soledad”.
El papá de María Eva, Víctor, fue sometido al trabajo esclavo. Fue obligado a la falsificación de documentación, tarea que incluía la producción de fotografías. En una de las salidas, Víctor pudo esconder fotos y así logró llevarse y guardar pruebas. Esas fotos, en su mayoría tomadas por él, retrataban a represores de la ESMA. Hubo otras, que también pudo rescatar, que fueron tomadas por los verdugos dentro de la ESMA y los retratados eran detenidos-desaparecidos. Esas fotografías han sido prueba judicial en cada una de las causas abiertas por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA.
Con una familia atravesada por la dictadura, María Eva recordó que a fines de los años ochenta la llamaron a su mamá para que firme la escritura de una casa en Valentín Alsina para entregárselas a los represores de la ESMA. “Le dijeron a mi mamá que con la firma de la escritura iban a liberar a mi papá, pero no fue así. A principios del año 1982 nos mudamos a una casa más cerca de mi abuela y mi papá empieza a salir más seguido. Mi papá venía con Jorge Manuel Díaz Smith (imputado en la megacausa) y nos obligaban a decirle ´tío Luis´. Para fines de 1983, una semana antes de que asuma Alfonsín, a mi papá lo liberan directamente. En el año ´84 las visitas de Díaz Smith eran cada diez días”. Con este relato, María Eva narró que los controles a la familia continuaron aún una vez recuperada la democracia.
El juicio a las Juntas Militares
María Eva recordó que a mediados del ´84 se mudaron a Neuquén y al año siguiente su papá volvió a la Ciudad de Buenos Aires para dar testimonio en el juicio a las Juntas Militares. Víctor Basterra dio testimonio por primera vez en ese juicio histórico que quedó marcado para siempre. Ahí tuvieron su primera condena los responsables con los cargos más altos en el Estado durante la última dictadura cívico-militar.
"Ni olvido ni perdón"
Para concluir su testimonio, María Eva Basterra dijo que “soy feliz de ser parte de este momento histórico donde tenemos voz los hijos, los sobrevivientes. No tenemos que olvidar, no tenemos que perdonar, no tenemos que reconciliarnos. Quiero que estos milicos tengan suficiente vida para que se pudran en la cárcel”.
Fuente:Telam
“Quisiera empezar diciendo que para mi hija Franca y mi familia, la justicia tiene un valor muy grande, tanto que mis padres y mi suegro eran abogados. Nos inculcaron los valores de la justicia. Y mi hija también tenía inculcados estos valores. La motivación que tengo para pedir justicia es una garantía y una esperanza de un nunca más y, en particular, la historia nos enseña que lo que sucedió una vez puede volver a ocurrir”.
Auswitchz y la ESMA en una misma familia
Vera contó que en 1943 su abuelo paterno fue llevado a Auswithz. “Mucho tiempo después a mi hija la desaparecen y la llevan a la ESMA. Mis convicciones de que verdad, memoria y justicia pueden reconocer los síntomas de las repeticiones de la historia. Franca fue secuestrada el 25 de junio de 1976, tenía 18 años, durante muchos años tratamos de encontrarla. Pasaron más de 20 años para que yo pueda saber la verdad”.
Así contó ante los jueces y el público en la sala la historia de su familia y la lucha por saber sobre su hija. “El secuestro ocurrió en la esquina de Córdoba y Carlos Pellegrini, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. De ahí la llevaron al sótano de la ESMA”.
Un llamado telefónico desde la ESMA
“Como supe esto después de tantos años, tuve la suerte de conversar con Marta Álvarez, quien me contó el destino final de mi hija. El 11 de julio la hicieron llamar por teléfono. En ese llamado, Franca nos dice: ´estoy detenida en Seguridad Federal´. Al día siguiente, mi marido fue ahí y no estaba. A partir de ahí, no tuvimos más noticias”.
El amor por su hija
Vera contó que su hija Franca “fue amada y admirada por muchos, no solamente por la familia, sino también por profesores y amigos. Era una chica alegre y muy pensativa. Amaba la justicia y defendía cuanta causa se le presentaba. Era muy generosa y atenta a todo lo que ocurría a su alrededor. Era entusiasta y apasionada. Tenía un profundo sentido crítico. Fue abanderada del Colegio Nacional Buenos Aires, y lo había sido antes en la Primaria. Tenía mucho talento, mucho conocimiento de cosas que se estaban perfilando en su vida, como la música”.
Franca militaba en el Colegio y Vera contó que ahí se hacían listas negras. Ella cree que se secuestro devino de esas tareas de inteligencia sobre los estudiantes. En esa etapa, Franca militaba en la UES y luego pasó a militar en la JTP. “Lamento que hayan cortado todas sus potencialidades, porque era una chica que hubiera podido dar muchísimo en esta vida”.
El secuestro de Franca
“Era un viernes y mi marido y yo nos habíamos ido al Tigre. Enrique (novio de Franca) llegó en la lancha y nos contó que Franca no había vuelto. Lo primero que hicimos es ir a los hospitales y la morgue, después toda esa secuela de acciones que los familiares de desaparecidos hicimos. Por ejemplo, los hábeas corpus. Nos dirigimos a todas las instituciones, nacionales e internacionales. Ahí se levantó ese muro de silencio”.
Sin respuestas de las embajadas y la Iglesia
Vera contó sobre el camino arduo y perseverante para encontrar a su hija. “Fuimos a la Embajada de Italia y el embajador nos cerró la puerta, porque le molestaba esa larga cola de italianos que pedían por su familia”.
Otra de las instituciones a las que recurrieron fue la Iglesia. “nos recibía, pero no queríamos la compasión que nos daban, sino ayuda. En el Vaticano, el Papa Juan Pablo II me bendijo y dijo palabras lindas, pero qué importante hubiera sido que el Vaticano hiciera algo”.
El recuerdo y las primeras Madres
Vera contó también que Liliana Gardela, sobreviviente de la ESMA, “me contó que cuando hacía trabajo esclavo en la ESMA transcribía los interrogatorios. Me llamó mucho la atención Franca, porque daba respuestas muy inteligentes. Me contó el destino final de Franca. Hasta ahí yo pude tener esperanza, pero después de esa verdad ya no pude tener más esperanza”.
Después de tomar agua, conmovida por el recuerdo, Vera contó que “Franca, aún en el secuestro, conservó su sentido del humor. Decía: ´acá no hace falta hacer dieta, porque no nos dan de comer´. Fue fundamental para mí, y para todas, darnos fuerzas mutuamente en nuestro dolor. Teníamos permiso una vez por mes de ir a una oficina que se había instalado en la casa de gobierno. Una vez me preguntaron si mi hija era linda. Les dije que sí y entonces me dijeron que tal vez se la habían llevado tratantes de personas. Otra respuesta fue que no me preocupara tanta que hiciera de cuenta que mi hija se había ido de vacaciones”.
Después de esto, Vera contó su encuentro con las primeras Madres de Plaza de Mayo: “una vez, estando ahí, encontré a una mujer, cuyo hijo iba al Nacional Buenos Aires y era una de las primeras 14 fundadoras de las Madres. Ahí me arrimé a ellas. El don más preciosos que podemos tener todos en esta vida son los amigos”.
El silencio de la prensa
“La prensa formó parte de ese muro de silencio. La prensa internacional contribuía a ese muro de silencio. Por ejemplo, iba a las reuniones de la prensa extranjera: los corresponsales mandaban noticias, pero no se publicaban. Sólo Le Monde publicaba. Acá los grandes medios se autocensuraron y contribuían con el muro de silencio. Sólo el Buenos Aires Herald publicaba hábeas corpus. Hubo periodistas que denunciaron y desaparecieron, más de 90. El ejemplo más claro es Walsh con su Carta Abierta. Él denunció y por ese coraje lo mataron”.
“Les pido a los acusados que por favor rompan los pactos de silencio”
Vera interpeló directamente a los imputados y les dijo: “les pido que por favor los pactos de silencio, que de una vez por todas nos digan qué hicieron”.
Para terminar su testimonio, Vera dijo: “pensando en los chicos de las escuelas, uno me preguntó si estaba satisfecha con mi vida. Dije que sí. Realmente, he tenido mucho en esta vida, me salvé, salvo mi familia. La Argentina nos abrió los brazos para salvarnos de la Shoa, hasta que pasó lo de mi hija. La vida te da muchas cosas, pero también te quita mucho. Quiero agradecerles a ustedes y a todos, y decirles: ¡acá Franca conmigo pide justicia!
El testimonio de María Eva Basterra: una familia secuestrada en la ESMA
En la etapa de testimoniales hoy declaró María Eva Basterra, quien tenía dos meses de edad cuando fue secuestrada junto a sus padres. Los tres fueron llevados a la ESMA el 10 de agosto de 1979.
María Eva dijo que según pudo reconstruir, a su mamá la obligaron a tirarse al piso dentro del auto y la taparon con una campera. En la ESMA fue obligada a desvestirse: “la acostaron en una cama y comenzaron a darle picana eléctrica. D´Imperio le preguntaba por mis tías. En un momento le ordenaron sacarse la capucha y le dijeron que no se diera vuelta. Trajeron a Bety, otra detenida, y la pusieron a cuidarme, ordenándole que no dijera mi nombre, que me llamara por otro cualquiera".
Infancia y dictadura
Fue el oficial Fernando Peyón, siguió dicendo María Eva, quien “me sacó de mi cuna y me quiso llevar a la Huevera para torturarme para que mi papá hablara. A mi mamá la llevaron a Capucha y la engrillaron. después la llevaron a una oficina y le dijeron que la iban a liberar. Mi mamá les preguntó si podrían volver a su casa y le dijeron que por ahora no, y nos llevaron a la casa de mi tía. Uno de ellos le dijo a ella que eran amigos, que estábamos todos bien, que el ojo negro de mi mamá era porque se había caído, y que mi papá por ahora no iba a salir”.
El trabajo esclavo en la ESMA y las fotos de las víctimas
Su papá, Víctor Basterra, fue sometido al trabajo esclavo dentro de la ESMA y tenía permitidas salidas rigurosamente vigiladas. “En una de las salidas de mi papá, mi mamá quedó embarazada de mi hermana Soledad”.
El papá de María Eva, Víctor, fue sometido al trabajo esclavo. Fue obligado a la falsificación de documentación, tarea que incluía la producción de fotografías. En una de las salidas, Víctor pudo esconder fotos y así logró llevarse y guardar pruebas. Esas fotos, en su mayoría tomadas por él, retrataban a represores de la ESMA. Hubo otras, que también pudo rescatar, que fueron tomadas por los verdugos dentro de la ESMA y los retratados eran detenidos-desaparecidos. Esas fotografías han sido prueba judicial en cada una de las causas abiertas por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA.
Con una familia atravesada por la dictadura, María Eva recordó que a fines de los años ochenta la llamaron a su mamá para que firme la escritura de una casa en Valentín Alsina para entregárselas a los represores de la ESMA. “Le dijeron a mi mamá que con la firma de la escritura iban a liberar a mi papá, pero no fue así. A principios del año 1982 nos mudamos a una casa más cerca de mi abuela y mi papá empieza a salir más seguido. Mi papá venía con Jorge Manuel Díaz Smith (imputado en la megacausa) y nos obligaban a decirle ´tío Luis´. Para fines de 1983, una semana antes de que asuma Alfonsín, a mi papá lo liberan directamente. En el año ´84 las visitas de Díaz Smith eran cada diez días”. Con este relato, María Eva narró que los controles a la familia continuaron aún una vez recuperada la democracia.
El juicio a las Juntas Militares
María Eva recordó que a mediados del ´84 se mudaron a Neuquén y al año siguiente su papá volvió a la Ciudad de Buenos Aires para dar testimonio en el juicio a las Juntas Militares. Víctor Basterra dio testimonio por primera vez en ese juicio histórico que quedó marcado para siempre. Ahí tuvieron su primera condena los responsables con los cargos más altos en el Estado durante la última dictadura cívico-militar.
"Ni olvido ni perdón"
Para concluir su testimonio, María Eva Basterra dijo que “soy feliz de ser parte de este momento histórico donde tenemos voz los hijos, los sobrevivientes. No tenemos que olvidar, no tenemos que perdonar, no tenemos que reconciliarnos. Quiero que estos milicos tengan suficiente vida para que se pudran en la cárcel”.
Fuente:Telam
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